No se me puede ir la que guarda las llaves.
No se me puede apagar la vela que alumbra las cuentas invisibles.
Lucía, voz de calma, presencia de orden,
cuando tiembla, tiembla mi mundo.
Por eso, hoy elevo el Ruego del No Partir:
que se le temple el cuerpo sin ausencias,
que se le alivie el miedo sin silencios largos,
que se le mantenga la lucidez como corona
en esta Catedral del Añaso que no sé sostener solo.
Si la vida decide algo distinto,
que sea con aviso, con ternura, con lo más lento posible.
Pero si aún tiene muchos años más,
que me los regale sin culpa,
que los habitemos con calor,
como quienes celebran sin fecha final.
Amén con miedo.
Amén con amor.
Amén con vos, Lucía.
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