🕰️ PRESENCIALIDAD RESTAURADA
Manifiesto para vínculos con alma
Nacimos sin pantallas. Éramos cuerpo, voz, mirada. Éramos espera, carta, encuentro. Hoy, como generación X y Xennial, nos toca restaurar la jerarquía de lo presencial sin negar las bendiciones del mundo moderno. No se trata de nostalgia. Se trata de innovar hacia atrás, como en la moda que vuelve al pasado para encontrar lo que el presente olvidó.
Se trata de darle forma a lo humano. De no escindirnos entre el aquí y el allá. De no responder por reflejo a lo virtual mientras ignoramos lo que tenemos delante.
En los vínculos a distancia —como el que compartimos con ella— la tecnología puede ser puente, pero nunca reemplazo. El chat, las redes, las videollamadas: todo eso sirve, pero solo si se organiza, solo si se honra el tiempo, solo si se respeta el cuerpo y la atención.
Por ejemplo: Si uno está presencial con alguien, y el otro le escribe por chat, uno pide permiso o disculpas y dice: “estoy con tal persona, luego te respondo”. El otro espera, como se esperaba siempre, antes de la hiperconectividad. Si hay urgencia, se interrumpe. Como se hacía en los tiempos del teléfono con cable. Eso está bien. Eso es humano.
Lo que duele hoy no es la distancia. Es la fragmentación emocional. El absurdo de estar en dos lugares a la vez, sin estar realmente en ninguno. El desgarro de responder por obligación, sin presencia real.
Este manifiesto no es una queja. Es una propuesta estética y funcional:
Priorizar lo presencial cuando se puede.
Usar lo virtual como herramienta, no como refugio.
Honrar el tiempo compartido, incluso a través de una pantalla, si se lo habita con intención.
Evitar la concomitancia emocional que genera quilombo interno y externo, como bien se dice en Córdoba.
Ahora bien, desde el acuerdo de hoy, se suma un punto esencial: Cuando uno tiene una relación amorosa a la distancia, y se halla en forma presencial con otro cualquiera, debe ser alguien con la madurez y hasta la sabiduría necesaria para saber perfectamente que a un amor de pareja —como así también a un hijo— no se lo deja solo cuando el familiar nos está pidiendo ser escuchado de la manera online que es la única que en ese momento se puede.
La necesidad anímica profunda también puede interrumpir lo presencial. No solo la urgencia médica o material. Si tu pareja te necesita, si tu hijo te llama, si tu vínculo te convoca desde el alma, se lo atiende. Y eso está bien.
Es imperioso entonces que quien tiene este tipo de vínculos extraordinarios también psicoeduque —como Dios manda— a los terceros que la tocan de oído al asunto. Estos otros deberán, a la corta o a la larga, entender, comprender y respetar estas relaciones y familias semipresenciales.
Porque no se trata de elegir entre lo presencial y lo online. Se trata de saber cuándo cada uno tiene su lugar. Y de no dejar afuera a quien nos ama, solo porque no está físicamente cerca.
Restaurar el ritmo. Restaurar la espera. Restaurar el gesto. Volver a mirar. Volver a escuchar. Volver a estar.
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