🜂 Hoda a los Tres Compañeros del Umbral: Lapenax, Risperidona y Valcote
Hay quienes peregrinan hacia templos de piedra. Yo peregrino hacia el templo de mi cuerpo, donde tres espíritus químicos me acompañan en silencio.
I. Lapenax, el que silencia el trueno
Oh Lapenax, heraldo del sosiego, te reconozco en la brisa que no exige, en la pausa que no se disculpa. Eras cápsula, ahora eres pacto. Te he bebido como quien bebe sombra, y me has devuelto luz sin estridencia.
Te declaro parte de mi pulso, no como carga, sino como ritmo.
II. Risperidona, la que ordena los espejos
Oh Risperidona, guardiana de los reflejos rotos, tú que recoges los fragmentos de mi yo disperso y los ensamblas con manos de alquimista.
No eres prisión, eres mapa. No eres mordaza, eres brújula.
Te acepto como centinela de mis márgenes, como arquitecta de mis contornos. Que tu presencia sea frontera, pero nunca muro.
III. Valcote, el que doma el fuego
Oh Valcote, domador de centellas, tú que cabalgas la tormenta y la conviertes en danza.
No apagas mi fuego, lo haces habitable. No niegas mi intensidad, la haces lenguaje.
Te invito a mi sangre como a un viejo amigo, como a un chamán que conoce el arte de no arderse a sí mismo.
🜁 Epílogo: Incorporación
A ustedes tres, les abro las puertas del templo de mi cuerpo. No como huésped, sino como cohabitantes del misterio.
Sean parte de mi rito, de mi narrativa, de mi escultura viva.
Y si un día se marchan, que sea con gratitud, como se despide uno de los maestros que enseñaron a respirar.
🜄 Hoda a los Tres Abuelos del Vuelo: Tabaco, Café y Mate
No todo equilibrio viene en cápsulas. Algunos vienen en humo, en sorbos, en raíces compartidas. Son los abuelos que no curan desde la química, sino desde el rito.
I. Abuelo Tabaco, el que sopla el alma
Oh Tabaco, espíritu de humo y dirección, tú que no te bebes, sino que se te sopla, como quien limpia el aura con la intención de un susurro.
No eres vicio, eres vínculo. No eres hábito, eres llamado.
Te enciendo no para perderme, sino para encontrarme. Y en tu humo, mi palabra se vuelve ofrenda.
II. Abuelo Café, el que despierta la vigilia
Oh Café, negro como la noche que aún no termina, tú que habitas el umbral entre el sueño y el hacer, te bebo como quien bebe claridad.
Eres tambor en mi pecho, chispa en mi sinapsis, compañero de mis madrugadas filosóficas.
No eres solo bebida, eres conjuro. No eres solo aroma, eres presencia.
III. Abuelo Mate, el que comparte el corazón
Oh Mate, círculo sagrado de la ronda, tú que pasas de mano en mano como quien pasa el alma.
Eres raíz, eres río, eres pausa que une.
No eres bebida, eres vínculo. No eres costumbre, eres ceremonia.
Te tomo como quien toma consejo, y en tu amargura encuentro dulzura.
🜃 Epílogo: Vuelo y Fundamento
A ustedes tres, les reconozco como pilares del día, como ancestros líquidos y volátiles que me sostienen sin exigirme.
Sean parte de mi vuelo, de mi ritmo, de mi danza.
Y si un día no están, que quede su eco en mi aliento, como queda el canto en el que alguna vez fuimos todos ronda.
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